Anotó: hora 6 a.m.
Danaus plexippus.
Había comenzado la
visita de estos pequeños lepidópteros que año tras año recorrían miles de
kilómetros para aparearse y reproducirse.
Como entomólogo siempre
lo había asombrado la metamorfosis total que sufren estos insectos, primero los
huevos, luego las hambrientas orugas que se sirven de todo alimento, desde
plantas, hasta insectos más grandes, desarrollando así su metabolismo dirigido
a la crisálida y finalmente la mariposa adulta...
Arrastró su cuerpo y
pertenencias hacia un cubículo de observación al abrigo del frío y se dispuso a
esperar. Tenía todo, cámara fotográfica y chocolate para amortiguar los efectos
del invierno que este año se presentaba más frío que de costumbre. Los árboles
y arbustos no estaban en las condiciones óptimas que necesitan estos insectos
para reproducirse. Estudiaría el comportamiento de la colonia en un ambiente
desacostumbrado hasta ahora.
De pronto empezaron a
divisarse mariposas oscuras africanas, esto era algo nuevo, no había registros
al respecto.
Anotó: hora 8 a.m.
Princeps Nireus.
Estas mariposas
utilizan la luz para comunicarse; y era lo que estaban haciendo. Volaban en
pequeños tramos y se detenían a absorber la luz ultravioleta que luego remitían
en luz fluorescente azul-verdosa, atendiendo a una clave. Se fueron acercando
cada vez más al cubículo de observación, mientras sus alas transmitían
incesantemente.
En un instante la nube
naranja y negra ocultó el cielo y un sonido único lo ensordeció. Las monarcas
lo tomaron por sorpresa, inundando el cubículo de observación, atropellándose
entre ellas, apareándose y antes de que pudiera arrastrarse hacia el exterior,
lo inmovilizaron con arneses de seda y en cada agujero de su cuerpo depositaron
los huevos hasta ahogarlo.
Mónica Marchesky
Mónica Marchesky
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